Si dices que este feroz sistema capitalista sólo alimenta a los voraces “mercados”, te dicen que no entiendes de economía. Si dices que la Banca es un negocio más y que debería regirse por los mismos parámetros que cualquier negocio, te dicen que no tienes ni idea y que sin la Banca estaríamos perdidos. Si dices que el endeudamiento más allá de tus posibilidades no es bueno, te dicen que no sabes nada, que sin endeudamiento se pararía la economía mundial.
Vale, acepto que no tengo ni idea de “esa” economía, que no sé nada del funcionamiento de “esa” Banca, ni siquiera de “ese” endeudamiento. Pero en realidad me alegro de no saberlo.
Lo que sí sé es que ha habido momentos en que gracias a los “mercados”, a la Banca y al endeudamiento, había abundancia de dinero y se generaban corrupciones: desvío de dinero a familiares, infraestructuras faraónicas innecesarias, pago de favores a amigos, etc. De ello no era ajena la educación, se concedían subvenciones muy sobrevaloradas, y eso facilitaba que algunos gestores tuviesen la tentación de favorecer económicamente a determinadas personas familiares o cercanas, o gastar desproporcionadamente sin planificación, o pagar favores sobre méritos y capacidades dudosamente reales. Y eso, además de ser poco ético, no tarda mucho en pasar factura, como hemos podido comprobar.
No todo era incorrecto, en la mayor parte de los casos se concedía una subvención para atención a la diversidad por aquí, otra ayuda para mejorar las instalaciones, un proyecto de innovación que nos viene de allá, el Servicio tal que nos sufraga una formación del profesorado. En estos casos no estoy diciendo que se trate de despilfarros o de dinero injustamente otorgado. Evidentemente era un dinero justamente otorgado a los centros y distribuido correctamente para las propias finalidades objeto de su concesión. Simplemente digo que resultaba fácil gestionarlo porque abundaba.
También sé que ahora ese dinero ya no llega, es más, apenas llega el necesario para pagar las nóminas del personal y mantener el centro en una dignas condiciones de habitabilidad. Precisamente por ello, ahora es más complicado ser un buen gestor de la economía del centro. Es ahí a donde quiero ir a parar, los buenos gestores se reconocen cuando son capaces de seguir adelante en los momentos de escasez y dificultades económicas.
Qué fácil resultaba gestionar los dineros de un centro educativo cuando abundaban. Entonces esos gestores estaban rodeados de una aureola y de no pocos aduladores. A los que ahora son capaces de mantener vivos los centros y hacer que sigan cumpliendo el servicio público al que están llamados, les llueven críticas por todos los lados y sus amigos se alejan, por si acaso. El tiempo y el sentido común acabará poniendo a cada cual en su sitio.
