Hace unos meses escribí en este blog una reflexión titulada “Demostrado
científicamente”. En
aquellas letras pretendía decir algo tan
sencillo como que a los matrimonios que rezan unidos les resulta más sencillo amarse, reconciliarse si se han
peleado, perdonarse si se han ofendido y, en definitiva, mantenerse unidos en
el amor que un día se profesaron públicamente.
Pues, ni pintado… me acaba de llegar una breve
historia desde Torreciudad, en la que se
vuelve a corroborar esa máxima: “familia que reza unida, permanece unida”. En
este caso se trata de la situación extrema de una pareja que está decidida a
divorciarse y, no se sabe muy bien por qué, acude a un santuario de la Virgen,
al parecer sin grandes pretensiones… Dejemos que nos lo relate el mismo
rector del Santuario don Pedro Díez-Antoñanzas:
"A primera hora de la tarde vi a una
joven pareja con cara de pocos amigos mirando la imagen de la Virgen de
Torreciudad que tenemos en la explanada,
junto al altar al aire libre.

No
era tema para hablar en público, desde luego, pero no quisieron aceptar
una conversación en otro
lugar. Así que sólo pude animarles a que asistieran al
rezo del rosario y a la exposición y bendición solemne con el Santísimo que yo
iba a celebrar al poco rato en el santuario. Él no sabía lo que era; ella recordó lo que le explicaron de pequeña en el colegio, un centro educativo atendido por
monjas.
El
caso es que dijeron que sí, que entraban. Durante el acto de culto les
puse a los pies del Señor y de la Virgen, y al terminar salí al atrio para
saludar a varias personas conocidas. En ese momento, los vi esperándome con los ojos humedecidos por
las lágrimas. -"¿Qué ha ocurrido?", pregunté.
-"Esto
se ha arreglado -dijo ella-, a mitad del rezo del rosario, nos hemos mirado a
los ojos y nos hemos cogido de la mano. No han hecho falta palabras, en ese
momento, los dos sabíamos que todo se había arreglado, que la Virgen
lo había hecho, que nuestro matrimonio estaba salvado".
-"Y
una señora -apuntó él- nos ha dicho que mañana también hay rosario y
bendición, así que hemos decidido quedarnos a hacer noche por aquí cerca para poder asistir también
mañana".
Es
difícil describir cómo era la expresión de nuestros tres rostros, aunque
estoy convencido de que la mayor sonrisa en ese momento se encontraba en el
Cielo."
Efectivamente, no es ningún secreto
que, en ocasiones, al marido o a la mujer nos dan ganas de mandar todo a “hacer
puñetas”, de romper nuestro compromiso de amor eterno que nos hicimos… y todo
por “es que siempre dices…”, “es que siempre haces…”, “eso me ha dolido…”, “ya
estoy harta de tus…”, etc.