miércoles, 4 de junio de 2014

INSTITUCIONES LABORALES

Para cerrar estas reflexiones en torno a la sociedad y la socialización, quiero lanzar unas ideas respecto de la forma en la que el hombre procura cubrir las necesidades básicas para su supervivencia: el trabajo; y las instituciones que organiza la sociedad en torno a esa función. El trabajo es una actividad esencial del ser humano, que muy pronto pasará del mero adquirir lo necesario para vivir, a contribuir a la construcción y mejora constante del mundo en el que ha sido colocado.

El instinto de supervivencia innato en el ser humano, produce la necesidad de realizar un esfuerzo por procurar alimento, vestido y adaptación de un lugar para su cobijo. En la medida que se va regulando la familia, se establecen roles para cada uno de sus miembros de forma que se cubran estas necesidades vitales. Cuando se van conformando las sociedades más amplias, la diversificación de funciones es mayor, de forma que surgen las especializaciones en una tarea determinada: campesinos, ganaderos, artesanos, constructores, defensores frente a los enemigos, etc.

Poco a poco, quienes se especializan en determinadas tareas, se van organizando estableciendo instituciones en las que el hombre desarrolla su trabajo. Cada institución constituye por esencia una empresa común, como grupo humano organizado con los objetivos de satisfacer las necesidades individuales y colectivas. Y cuando las sociedades se organizan en grandes núcleos de población, las empresas dedicadas a una misma actividad se agrupan en torno a gremios que posibiliten un mejor aprendizaje y desarrollo de sus tareas.

Pero en la medida en que estas instituciones se desvirtúan y se convierten exclusivamente en un espacio para el lucro personal de quienes las rigen, pierden su dimensión institucional. Quienes así se benefician del trabajo de otros, ya no piensan en un ámbito para cubrir las necesidades personales y sociales, sino exclusivamente para mejorar sus réditos de capital invertido o heredado. Y quienes se someten a esa forma de actuar, se obligan a pensar en el trabajo, no como la esencia de su ser humano, sino como la única manera de obtener un salario que cubra sus necesidades vitales.

Así se ha llegado a configurar el empleo en la sociedad de forma que la mayoría de las personas necesita más un “salario” que un “trabajo”. Y cuando, por las circunstancias que sean, se pierde el salario, ya no se tiene un “trabajo” que realizar. Y uno de los grandes objetivos sociales será buscar fórmulas para que todas las personas puedan tener un “salario”, independientemente de su situación de “trabajo”.


De esta forma se incrementan los problemas humanos de relación, de rivalidad entre grupos, de falta de integración, de conflicto permanente, y como respuesta a esos problemas se inicia una escalada de normas para regular las relaciones entre los miembros de las empresas, fundamentalmente entre empresarios y trabajadores. Simplificando mucho, podemos decir que se establece una relación de equilibrio entre empleador (que busca el lucro mediante la creación de una empresa) y empleado (que busca la satisfacción de sus necesidades vitales mediante el desarrollo de un trabajo).

Para lograr el equilibrio se constituyen, además de la empresa, otras instituciones laborales, quienes cuidan de los intereses de los empleadores (organizaciones empresariales), quienes cuidan de los intereses de los trabajadores (organizaciones sindicales) y quienes median en los posibles conflictos a través de la regulación, de la jurisdicción y de la satisfacción de las necesidades vitales cuando estás no están garantizadas (instituciones laborales públicas).


Últimamente parece que queremos volver a ver el trabajo como una tarea esencial del ser humano, que no sólo proporcione los medios de subsistencia, sino que contribuya a construir la sociedad. Ojalá que cada vez seamos más quienes lo veamos de esa forma…

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